Padre Rutilio Grande García:
nació en el Paisnal, el 5 de Junio de 1928. Fue el menor de 5 hijos de Salvador Grande y Cristina García. Tras la separación de sus padres, fue criado por su abuela Francisca, quién le inculcó una sólida piedad religiosa.
Gracias al Arzobispo Luis Chávez y González, descubre su vocación al sacerdocio e ingresa al Seminario San José de la Montaña en 1941. En 1945 continua su proceso vocacional como jesuita en Venezuela, Ecuador, España y Bélgica. Es ordenado sacerdote el 30 de julio de 1959.
En 1964 regresa a prestar su servicio como formador en el Seminario San José de la Montaña. Por sugerencia suya, aplicando criterios del Concilio Vaticano II, los seminaristas comienzan a servir en las parroquias para tener contacto con la realidad y ganar sensibilidad social y humana. Sin embargo, el deseo del padre Rutilio no era el de ser formador sino servir como sacerdote en medio del pueblo de Dios.
El 24 de septiembre de 1972, es nombrado párroco de la parroquia “El Señor de las Misericordias” en Aguilares. Aquí, se acercó al dolor y a la miseria en la que vivía su gente. Esto lo motivó, junto a su equipo misionero, a impulsar la apertura de comunidades vivas, apoyadas por agentes de pastoral formados a la luz del Concilio Vaticano II y Medellín. Animó a la gente a ser co-creadora de una comunidad dinámica en la que se anunciara la Buena Nueva y se denunciaran los pecados personales y las cadenas de injusticia: el individualismo, la avaricia, la idolatría del poder y del dinero. Motivó la convivencia fraterna y solidaria para hacer presente el Reino de Dios y salir de la miseria que roba la dignidad a los hijos de Dios. Animó a los campesinos, organizados en cooperativas, a despertar su sentido cristiano y su conciencia social, y promovió el trabajo tecnificado en el campo.
Esta forma de vivir y predicar el Evangelio no le gustó a sus detractores, que tergiversaban sus acciones y palabras y lo acusaban de comunista y subversivo, propiciando el rechazo a su persona. A pesar de esto, y con corazón de pastor, padre Rutilio cuestionaba el comportamiento injusto, egoísta y violento de éstos hacia los pobres, por encubrir la mentira y la impunidad, y por no corregir su afán de lucro antepuesto al bien común. El padre supo mantenerse fiel al Evangelio y en más de una ocasión ofreció su vida para la conversión de aquellos que lo criticaban o no pensaban como él, más aún, por aquellos que explotaban a los más indefensos.
En la novena que se celebraba en honor a san José en el Paisnal, padre Rutilio fue invitado a presidir la Eucaristía del 12 de marzo de 1977. De camino se hizo acompañar de don Manuel Solórzano, de Nelson Rutilio Lemus y dos niños más. Hombres fuertemente armados, apostados a mitad del camino, dispararon contra su vehículo a las 5:45 pm. El padre recibió 12 impactos de bala. Así fue crucificado este hombre de Dios, cerca del lugar que lo vio nacer, dando testimonio de su amor por Jesucristo, por los pobres y por su Iglesia.
Manuel Solórzano:
Originario de Suchitoto. Fue esposo de Eleuteria Antonia Guillén de Solórzano, con quien procreó 10 hijos. Por motivos de trabajo, se desplazó a Aguilares, en donde gozó de buena fama, por no tener vicios, pero sí virtudes morales y cristianas, además de contar con la estima de la gente mayor del lugar. Trabajó en el campo, en comercio de semillas y ganado. Cuando inició la misión evangelizadora en Aguilares, impulsada por el padre Rutilio Grande, se incorporó a la labor evangelizadora de la Iglesia: participaba de las enseñanzas que los sacerdotes impartían en la Iglesia y en casas particulares, y también predicaba el evangelio.
Nelson Rutilio Lemus:
Nació en el Paisnal, el 10 de noviembre de 1960. Primogénito de 12 hijos del matrimonio de Jesús Lemus y María Evelia Chávez. A sus 16 años estudiaba 7º grado en la Escuela “1 de julio”. Había recibido los Sacramentos de Iniciación cristiana. Su familia tenía amistad con el Padre Rutilio. El 12 de marzo de 1977, el padre Rutilio salió, en su vehículo safari, de la Parroquia El Señor de las Misericordias, en Aguilares, hacia la sede filial en el Paisnal. De camino, encontró al joven Nelson Lemus y a don Manuel Solórzano y los invitó a subir al vehículo, junto a otros 2 niños que también iban de camino. A pocos metros de allí los sorprendió la muerte martirial, quedando a salvo los 2 niños que les acompañaban. En el lugar de su muerte figuran 3 cruces, que quedan como testimonio de la confesión de su fe, donde derramaron su sangre por Cristo.
Fray Cosme Spessotto Zamuner:
Nació en Treviso, Masué, Italia, el 28 de enero de 1923. Fue el tercer hijo de Vittorio Spessotto y Giuseppina Zamuner. Su familia era pobre y se dedicaba al cultivo de la tierra. Santos, nombre de pila de Cosme, era un joven robusto y fuerte, al que llamaban “el toro”, pues era capaz de jalar una carreta con sus hermanos y primos subidos en ella. Su familia vivía en armonía, y sus parientes recuerdan que él no se enojaba nunca. Gracias a vivir en un hogar profundamente cristiano, desde pequeño experimentó el gusto de participar en misa diaria. A los 10 años sintió el llamado al sacerdocio, pero la situación de pobreza familiar le hizo renunciar a su deseo. Sin embargo, gracias a una misión popular de los franciscanos renace su esperanza de llegar a ser sacerdote. El 25 de septiembre de 1935 entra al Seminario franciscano de Lonigo. Se mostró siempre fiel en la observancia de la disciplina, y daba a todos buen ejemplo. El 16 de septiembre de 1939 entró al noviciado de la Orden de los Frailes menores, de la Provincia de San Antonio de Padua, de Venecia. Allí destacaba por ser un hombre de oración. En esta etapa recibe el nombre de Cosme, uno de los primeros mártires de la Iglesia. El 27 de junio de 1948 fue ordenado sacerdote. Fray Cosme soñaba con predicar el Evangelio en China, sin embargo, por las circunstancias políticas de ese país, le fue imposible. Sin embargo, escuchó el llamado que los obispos de Guatemala y El Salvador hicieron a los franciscanos a que vinieran a apoyar al clero de estas tierras, y fue así como él llegó a nuestro país el 4 de abril de 1950. El 18 de octubre de 1953, tomó posesión de la parroquia de san Juan Nonualco, parroquia en la que sirvió por 27 años. Inició la construcción del templo parroquial, que fue edificado centavo a centavo con la ayuda de todos. Su apostolado fue ante todo el del ejemplo de la vida ejerciendo lo que predicaba. Su vida de piedad edificaba, especialmente verlo celebrar la Eucaristía.